Madrid, Opinión

La mala suerte española ante el apogeo del populismo

No cabe duda de que Europa y EEUU están sufriendo electoralmente el embate del populismo contra el gastado bipartidismo, y España no es una excepción. Pero mientras en la Europa que cuenta», la del eje franco-austro-alemán, el populismo que amenaza a las deterioradas raíces cristianas y socialistas del bipartidismo lo hace desde  posturas derechistas, apoyado en la tradición cristiana, patriótica, familiar y antiigualitaria, en nuestro desgraciado país el populismo atacante a las caricaturas cristianas y socialistas del PP y PSOE lo hace desde posiciones extremo izquierdistas, ateas, antipatrioticas, antifamiliares e igualitarias.

Desgraciadamente no hay sorpresa alguna en ello ya que desde principios del siglo XX, el populismo que viene azotando en España todo ensayo partidista democrático civilizado ha sido el nefasto anarquismo, sin más ideal que la destrucción, sin sustituirla por nada constructivo; solo la demagogia vacía.

Aqui no ha habido, ni hay, por parte del rojerío radical y nostálgico de los «podemitas» y el ridículo seudocentrismo «ciudadano-riverista», sino siembra de confrontación, odio y desprecio hacia la mejor tradición española que, desde luego, PP y PSOE no han sabido ni querido defender, tranquilitos ellos en su hasta ahora inamovible alternancia corrupta, a las ordenes del maldito dinero y su internacional instrumento masónico.

Bien podría haberse encontrado esta fantasmagoría pseudo cristiana y pseudo socialista PP/PSOE con un populismo y  extremoderechista unido, fuerte y numeroso, defensor de la tradición católica y patriótica sin la que España no es nada. Pero no ha sido asi; lo que ha comparecido para combatir el enanismo popular y socialista, desde fuera y desde dentro de ambos, ha sido el laicismo ambiguo y vergonzante del estúpido centrismo del nefasto Adolfo Suarez, encarnado en la no menos estúpida figura de Albert Rivera y en el entusiasmo y  nostalgia de la peor izquierda súper roja, atea y antipatriótica, representada por el estrafalario y voluntariamente harapiento Pablo Iglesias, enarbolando su puño en alto del odio y la venganza rencorosa de los vencidos en la guerra civil, en línea con el canalla de Zapatero.

Así, Dios y España parecen irremisiblemente perdidos en este territorio quebrado y fragmentado, antes orgulloso de llamarse en su conjunto indivisible y sagradamente unido España. No es de extrañar que a este populismo centro/ridículo/ácrata se esté intentando sumar todo el espectro traidor/separatista de independistas catalanes y vascos y los que puedan ir surgiendo y creciendo por mimetismo individualista, contra lo que magistralmente definió Menéndez y Pelayo como España, al ser interpelado por un rojo de la época

La respuesta de Don Marcelino  fue contundente: «DIOS, PATRIA, FAMILIA, HONOR, FUEROS Y REY». Todo eso de lo que casi no queda ni rastro, tanto por la ambigüedad, omisión u odio de las fuerzas políticas como por el silencio culpable de la Corona, las Fuerzas Armadas y sobre todo de la nefasta Conferencia Episcopal, ocupada y preocupada tan solo en defender sus privilegios económicos.

12 septiembre, 2016

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