Cultura y Ocio, Madrid

Un pobre imbécil: relato para almas inquietas

Una vez un hombre se casó ilusionado como cualquiera y bien pronto tuvo que afrontar, como tantos otros también, la opresión de la familia política y el consecuente alejamiento de la suya. Una pareja en la que no imperaba más familia que la de la esposa.

Naturalmente semejante situación fue desinflando al sufrido marido hasta que, pasados veinte años, creyó haberse enamorado de otra mujer, miembro por cierto de la rancia nobleza, y por segunda vez metió la pata pues se trataba de una viuda con seis hijos que rápidamente le pusieron la proa y le amargaron la vida hasta conseguir la separación de la pareja y el aterrizaje de este pobre tonto en la soledad más absoluta a dos bandas.

Después este idiota intento administrar su soledad sin conseguirlo. No era mal parecido, sino más bien atractivo en varios órdenes, y se le acercaron  bastantes posibles parejas, sí, pero que solo querían la cama y para nada compromiso estable. Compromiso que tampoco él podía ofrecer ya que el muy cretino, por respeto a su mujer y sus dos hijos con ella, se había negado a separarse legalmente siquiera. Es decir, optaba el tontorrón por afrontar el sufrimiento de la soledad y la ausencia de cariño para que la esposa y los hijos no sufrieran, encantados por otra parte de tenerlo perdido de vista y por supuesto manteniéndolos, aunque la esposa era mucho más rica y acomodada que él.

Pasaron así otros más de veinte años hasta que nuestro bobo sí se enamoró de nuevo, de verdad y por primera vez en su vida pero sin que ello le llevara a lo que creía un perjuicio para su esposa e hijos, en forma de separación, divorcio o nulidad matrimonial.

De esta manera fue aguantando justamente las desavenencias de su enamorada, indignada por no poder oficializar la relación por culpa evidentemente de él y su cobardía disfrazada de respeto a su primera  familia. En paralelo ella si se había separado y divorciado de su marido, un chulo al que había tenido que mantener durante 36 años.

Y además «disfrutaba» de una hija adoptada, todo un «regalito», roja, atea y acostándose con todo el que se ponía a su golfo alcance y nunca una persona decente y normal. En tales condiciones falleció la primera esposa de nuestro imbécil, lo que le llevo a ofrecer y consumar matrimonio, al fin, tras más de 15 años de relación.

Y entonces llegó la pesadilla doble. Los hijos del primer matrimonio no quisieron admitir ni respaldar el segundo matrimonio de su padre por pretendido respeto a su madre desaparecida, mientras él tenia que soportar las intemperancias permanentes  de la hija adoptada de su segunda esposa, liándose con todo el que encontraba y metiéndolos en la casa materna, con increíble consentimiento de su acoquinada mamá.

Hasta llegar a un indocumentado deliencuente, con el que insensata e irresponsablemente al máximo tuvo dos hijos, mientras la indeseable pareja, huido de la justicia, era localizado, capturado y encarcelado para cuatro años. Presidiario que además «colocó» en la casa a un pretendido sobrino igualmente delincuente que les desvalijó la casa.

Así, nuestro tonto se encontró casado pero enamorado con una mujer obsesionada con disculpar permanentemente el horror creado por su hija, con dos hijos en el mundo, su pareja en la cárcel y sin medios ni recursos para afrontar dicha situación. Y teniendo que mantener, por los pobres niños, semejante desastre para el que tampoco nuestro imbécil tenia recursos suficientes; panorama sin futuro alguno que pudiera redimir a nuestro hombre de la pesadilla económica.

¿Cómo imaginan ustedes que terminó esta triste historia de violencia astuta de género al revés? Pues con el natural suicidio de este pobre imbécil que no supo ordenar su vida.

21 septiembre, 2016

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