Madrid, Opinión

Traidor, alevoso y letal

Todo eso y más es el maldito cáncer. Como todos los traidores no da la cara; como todos los que proceden con alevosía lo hace con maldad infinita y, por último, mata. Una «gloria» de enfermedad, es cierto que cada día más combatida con éxito, pero con la condición de llegar a tiempo.

Desgraciadamente esta dolencia canalla cuando da la cara suele ser en muchos casos demasiado tarde por haberse extendido metastásicamente a otros puntos del cuerpo desde aquel en que se origina. Un autentico espanto que, curable o incurable, se convierte en un verdadero calvario de tratamiento incierto, quirúrgico o quimioradioterápico, o ambos a la vez.

Por otra parte un azote social pues naturalmente destroza psicológicamente a quien lo padece y deteriora la convivencia con los de alrededor, que precisan de toda su paciencia para soportar el dolor físico y el trastorno psicológico del afectado. Todo ello en una marea inacabable de TACs, endoscopias, ecografias, PETACs, analíticas y toda clase de tormentos, con las consiguientes idas y venidas, esperas y molestias propias e inevitables de los centros sanitarios.

Sobre todo es especialmente canalla el puñetero adenocarcinoma cuando se detecta por sorpresa y casualidad, en la búsqueda de otra cosa y te encuentras con el «regalito» inesperado y sin molestia alguna. Entonces suele, en ocasiones, en otras no, curable y localizado, sin metastizar y, tras la desagradable sorpresa tienes que escuchar además la cantinela de que debes dar gracias porque, aunque haya sido de forma indirecta, ha dado la cara y ha sido posible detectarlo a tiempo de acabar con él.

¿He dicho a tiempo? Pues muchas veces tampoco. Protagonizas un episodio como el narrado en el párrafo anterior; te haces un TAC buscando o temiendo otra cosa, que no tienes, y comparece el maldito por sorpresa como queda dicho. Te dicen que, aun sin molestias ni dolores, es preciso quitarlo antes de que se metastice y te acerque a la muerte. Te sometes a cuchillo y tratamiento feroces y, efectivamente, dos meses después de terminado el tratamiento -calvario, te revisan y todo parece haber salido bien por haber «remitido»

Te citan entonces, a la vista del éxito del tratamiento, para seis meses después, para la siguiente revisión que crees de tramite y, entonces, ¡horror!, allí esta otra vez el canalla neoplásico, al que solo se había conseguido aplacar unos meses para revolverse con más fuerza. Y comienza el segundo calvario, ya probablemente sin solución ni esperanza. Un espanto, como digo al principio y bien saben tantísimos como comparten o bien han compartido, si han tenido  suerte, esta traidora, alevosa y letal enfermedad que pretende separarte del mundo de los vivos, a pesar de todo tan apetecible. Igual que los separatistas políticos o intentan hacer con el cuerpo herido de esta España que ya padece hasta tres carcinomas secesionistas que la tienen en trance de muerte. Que Dios se apiade de Ella y de mi y nos cure de semejante y supercanalla mal.

 

23 octubre, 2016

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