Opinión

Elogio de la meretriz

Cuando emergen personajes femeninos como el que estos días copa los titulares de la prensa patria e internacional, mi respeto por las putas se explaya, se expande, se esponja de consideración.

Los españolitos de a pie hemos sabido que una vedette de medio pelo mantuvo una relación con don Juan Carlos I, mientras era Rey. Esta damisela grabó y fotografió parte de esos encuentros íntimos para tiempo después amenazar al monarca con hacerlos públicos. A este escándalo hay que añadir, entre otras cosas, que el CNI, Centro Nacional de Inteligencia, pagó con dinero público a esta pajarraca de varietés quinientos millones de pesetas, unos tres millones de euros, para que el intercambio de fluidos con el soberano no saliera a la luz.

A esta señora, oriunda de Totana, de dónde se dice que se acaba el pan antes que la gana, se la podrá reputar de cualquier cosa menos de meretriz, y no siendo espía ni de broma, ni teniendo otros méritos que los de su entrepierna, se me queda en buscona, aun especie inferior a la mera “lagarta”. Menos mal que uno de los más gratificantes sentidos del humor se da en Murcia, porque si no sus paisanos la arrastrarían por los pelos tras haber dejado tan bajo el pabellón de mujer fatal, habiendo tan esplendorosas mujeres en la huerta murciana. Lo suyo no da ni para un paparajote.

Intentar poner a los pies de los caballos a un Rey, por muy emérito que sea, es propio de un pendón desorejado. Sus amantes, a más de entontecidos deben estar absolutamente sordos al no advertir en la cadencia de sus caderas el estrépito sonido de la caja registradora que esta señora lleva en el vientre. Es raro que una meretriz, salvo acosada judicialmente, caiga en bajezas como la de esta señora, ni aún por necesidad, que siempre es mucha en el oficio. Pero, ¿qué pasa? ¿qué en España ya no hay putas generosas, limpias, discretas y de buen corazón, y que hay que desfogarse con pelanduscas que portan una cámara de video en la vulva?.

El origen social de esta señora no excusa tan vergonzoso comportamiento. Lamento que pueda cambiar la opinión española sobre las putas a tenor de las andanzas de cama de esta señora. Los españoles deben haber pasado sin transición de suponer que son unas trabajadoras del sexo, a estimar que son unas suripantas con un periodista del corazón sujeto a la liga, en vez de la folclórica navaja.

@marisaarcas

22 enero, 2017

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