Madrid, Opinión

 Perplejidad ante “los poderosos” y “los influyentes” de España

 

Un diario madrileño acaba de publicar un suplemento pretendiendo reseñar los, a su juicio, cien españoles más influyentes: nombres que en su inmensa mayoría no han dejado de causarme asombro, por tratarse de desconocidos para la opinión pública sobre la que se supone ha de influirse.

 

Probablemente  serán influyentes para los «iniciados» que les hayan votado/elegido en cuanto discretamente PODEROSOS pero no por ser conocidos, reconocidos y respetados consecuentemente por la opinión pública.

 

Tal ocurre, sobre todo, con las treinta y seis personas relacionadas con la Economía y la Empresa, entre los que solamente hay tres nombres  de público conocimiento – Ana Botín, Borja Prado y Fernando Abril- y no por ellos, sino fundamentalmente por quienes fueron sus ya desaparecidos padres. Los otros treinta y tres no los conoce nadie, ni incluso los Secretarios Generales de UGT y CCOO, por «nuevos y novatos en la plaza».

 

Los veinticinco políticos si son natural y obligadamente conocidos, aunque bien poco todos los que son los nuevos Ministros del Gobierno de Rajoy, y solo en cuanto altos cargos del Partido Popular, excepto la socialista Susana Diaz y el «ciudadano» Albert Rivera. Sólo faltaría que los miembros del Gobierno y los jerifaltes del Partido en el Poder no fueran influyentes, aunque me temo que no del gusto de la opinión pública la mayoría.

 

De los diecisiete elegidos en el capitulo «sociedad» no es conocido sino el periodista Carlos Herrera y quizá en función de su cargo  Monseñor Blázquez, Presidente de la Conferencia Episcopal. Entre los trece correspondientes a las Artes solo David Bisbal y Enrique Ponce gozan de algún conocimiento generalizado, aunque tampoco se trata de Placido Domingo y Manolete. Y si son no solo conocidos, sino en su mayoría conocidísimos los nueve incluidos en el capítulo de «deportistas», aunque no acabo ni empiezo a entender la confusión entre relevancia y fama con influencia.

 

Pero, sobre todo, ¿cómo se puede ser influyente en una sociedad siendo conocido tan solo por la reiteración mediática obligada, en el caso de los políticos, y por devoción igual y reiteradamente mediática en el caso de los deportistas, siendo así que solo conoce la opinión pública a cinco de todos los demás?

 

Esto es tanto como confesar que la influencia en la sociedad está reservada a los poderosos en la sombra y cuanto menos conocidos y  «sobados» por los medios de comunicación mejor, junto a los políticos a los que manejan aquellos mediante su capacidad de presión. El resto, los incluidos en los capítulos de «sociedad», «artes» y «deporte» no hay por donde cogerles en cuanto se refiere a influencia, que la fama y la admiración no se corresponden  con aquella. ¿No sería más razonable calificarlos de «envidiables» en vez de influyentes? Porque yo no sé que tienen de influyentes, por ejemplo, los admirados deportistas.

5 febrero, 2017

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