Opinión

La corrupción, el ensañamiento y la delgada línea roja

Gonzoo

El tema de la corrupción está llegando a un  límite en el que ya no se sabe quiénes son más repugnantes, si los que se han corrompido a su paso por lo público o los denunciantes «aprovechateguis» que lo hacen para sustituirles en ese «publico» y poder corromperse ellos. Esa pelea siniestra está produciendo cantidad de víctimas colaterales, aparte de los que lo merecen, a quienes se está destrozando la vida y fama con feroz ensañamiento.

Por supuesto, sin respetar para nada esa presunción de inocencia constitucional, tan difícil de aceptar y practicar cuando los jueces tardan decenas de años en decidir en justicia sobre las sentencias «mediáticas» o «populacheras», dictadas al menor indicio y de forma inmediata.

Tanto como se investiga, yo exijo que se haga con  los juzgados y medios informativos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a ver si alguna vez conseguimos  saber de algún imputado por filtrar información clasificada y contenidos secretos de sumarios así calificados por los jueces.

Quiero, como ciudadano, que se aclare esa corrupción de quienes filtran, vendiendo y llenándose los bolsillos, toda clase de informaciones  acusatorias y quienes, medios de comunicación o personal al servicio de ellos, se benefician en forma de aumentos de tiradas o audiencias de esas filtraciones, COMPRÁNDOLAS.

No se puede seguir ignorando a toda clase de sinvergüenzas, haciendo uso y aprovechándose de toda esa información clasificada y filtrada delictivamente, amparándose en el «larguihuevis» del secreto de las fuentes (por cierto, ¿quién ha inventado ese secreto y en qué texto legal figura?). Ya está bien de perseguir un solo tipo de corrupción; la de los sobornos, en forma de comisiones, regalos, porcentajes etc, cuando se pasa por lo público. Porque, ¿qué ocurre a diario y continuamente en el mundo de los negocios? ¿qué es un negociante triunfador sino un conseguidor del máximo lucro y beneficio COMO SEA.

También es condenable que se esté prejuzgando y juzgando del mismo modo a los auténticos ladrones y a sus superiores, responsables, si, por omisión de vigilancia, pero SIN LLEVARSE UN DURO. Incluso los denunciantes/acusadores mediáticos y los comentaristas en las malditas redes sociales se ensañan mucho más con los segundos.

Y lo hacen sobre todo  cuando se trata de personas pertenecientes a estamentos sociales odiados «per se», por el mero hecho de existir, como es, en general, la aristocracia, y, en particular, la Condesa de Murillo, Doña Esperanza Aguirre. Da lo  mismo  con ella que se tenga la certeza de que una persona así jamás se ha llevado un céntimo; el caso es masacrar a toda una señora, dedicada al servicio de los demás sin necesidad ni ambición material alguna, que cada vez menos mujeres saben ser.

Manuel Monzón

22 abril, 2017

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