Opinión

Venezuela y el mutismo

A estas horas me pregunto por los intelectuales venezolanos, de los que no he conseguido encontrar declaración, denuncia o alegato sobre el holocausto que Nicolás Maduro, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, está ejecutando contra sus paisanos.

Los más célebres, insignes, ilustres y distinguidos intelectuales, callan. Y los demás también. Y los de otros países ítem. Y aquí callamos porque estamos en la hora de la traición de clérigos y el silencio de los intelectuales.

Aquéllos intelectuales, poetas, hombres de letras que alfabetizaron nuestra juventud, se fueron todos al entierro de Jean-Paul Sartre y todavía no han vuelto. Ahora se lleva el intelectual de diseño, que divaga sobre la publicidad, la seducción o el lenguaje. Y así nos va.

Es como si el mundo ya estuviera resuelto. Los intelectuales de este país han entrado en el bingo estatal de los premios oficiales, que ahora son gordos, y dan asimismo la Historia por clausurada, porque para llevarse un premio oficial lo primero es no molestar. Los intelectuales venezolanos practican con fervor el mutismo ante lo que está pasando en su país, y los intelectuales genéricos se suman a la conjura del sosiego silencioso que hoy cae sobre el mundo pensante. (Y no he encontrado palabras más elegantes para llamarles cobardes).

El filósofo, ensayista y pedagogo, José Antonio Marina, dice que el hacer o tener proyectos es función primordial de la inteligencia humana. Bueno, pues el viejo proyecto de justicia, que aunque no lo parezca es una noción intelectual, ha sido abandonado en masa por los intelectuales de Occidente. Quienes todos los días nos dan la barrila contra el sirio, Bashar Al-Assad, no tienen nada que decir de Nicolás Maduro, o incluso le presentan como un probo defensor del orden y la democracia frente a una revuelta de oscuros orígenes.

Lo que está pasando en Venezuela es, sencillamente, que Maduro y sus secuaces no dan para más, salvo para una guerra civil, mientras se amparan en una vileza que pisotea sistemáticamente el estado de derecho. Y, ante este panorama, los intelectuales venezolanos se exiliarían en Europa, exentos y exquisitos, sencillamente ex. Queda muy literario exiliarse de una dictadura. Pero hay pseudodemocracias de las que también es urgente escapar. Cuando les tengamos aquí, les daremos más premios por su digna postura. Prefiero gente más indigna, como aquel Sartre de juventud.

Marisa Arcas

@marisaarcas

22 abril, 2017

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