Opinión

Una reflexión sobre el poliédrico mundo del tertuliano televisivo

Tertulia en ‘La noche en 24 horas’

Palabra que prefiero a la mas «in» y utilizada en los tiempos que corren, «tertuliano». La audiencia y la teleaudiencia de los medios de comunicación se pregunta por el perfil del contertulio, sobre todo si sabe, puede y/o debe permitirse hablar de todo. Creo que sí, siempre que ese contertulio sea consciente de que su perfil  es el de un experto mediático en comunicación y no un sabio polifacético. Lo segundo es más propio de tertulios distinguidas y desarrolladas  en centros o lugares escogidos, tipo Ateneos etc… o privadas, entre conocidos o amigos pretenden mejorar su talla intelectual a través de la participación en esas tertulias.

Por el contrario, la participación en tertulias mediáticas publicas de actualidad no exige sabiduría sino sólo, y ya es mucho, preparación sobre los temas de actualidad, de forma que le permita al contertulio opinar lógica, razonada y congruentememnte  con su personalidad sobre cuestiones sin demasiada profundidad, salvo  alguno aislado que, por profesión u oficio pueda dominar.

Y es que las tertulias publicas mediáticas no se plantean para «sentar cátedra», sino para orientar/satisfacer opiniones de los que piensan y sienten de forma parecida a la del comunicador. No proceden, entonces, las posturas extremas a la hora de juzgar tertulias y contertulios. Ni son, en el extremo despectivo, personas que «hablan de todo sin saber de nada», ni «honrados mudos» que, por creer no saber, comunican silencios y disculpas por no entender de esto o aquello.

Opinar, con preparación y conocimiento de la temática de actualidad, no es transmitir saberes, sino solamente ayudar a la formación de opiniones ajenas sobre esos asuntos de actualidad. Ello no significa, sin embargo, que yo este defendiendo un perfil de contertulio deseable solo hábil y un poco «al día», pero superficial y hasta ignorante. Antes al contrario, debe procurarse que se trate de individuos/individuas con la mayor categoría intelectual posible, talla política y/o social, cuya opinión resulte respetable, sea o no sea compartida o compartible.

La tertulia pública exige, además de la reseñada preparación sobre la actualidad y su temática, viveza y condiciones para la confrontación dialéctica o debate. Y ello acompañado de algo fundamental en semejante menester, como es la voz, importantísima cualidad «tertuliar». Voz aguda, y nunca chillona, capaz de imponerse a sus rivales, hasta el punto de que sus oyentes perciban la validez de su intervención y el deseo de escucharle. Es decir, no solo importa lo que se dice sino, quizá sobre todo, cómo se dice.

Felicitaciones, pues, para quienes, a tantas horas intempestivas, se molestan, muchas veces sin cobrar un euro, en intentar ilustrar la ignorancia, el aburrimiento, la indiferencia y la desorientación de tantos también sobre la actualidad. Nada más o nada menos que eso, sin pretensiones de sabiduría y profundidad.

Manuel Monzón

 

 

28 abril, 2017

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