La personalidad de Pablo Iglesias se ha visto con nitidez desde el primer día. Se confirma y reconfirma. Actitudes y no aptitudes dibujan una base psicológica de un exacerbado complejo. Yo, yo y yo. Un egocentrismo brutal hasta el punto de no importar derribar a todo y a todos con tal de ser el alma de la fiesta, sea cual sea y en el lugar que sea.

La explicación es tremendamente sencilla. Cuando las capacidades brillan por su ausencia se sustituyen por comportamientos desentonantes y contrarios a unas reglas o protocolos. ¿Quién se va fijar en él si va igual al resto? Nadie, y esto refleja un tomarse la política y todo un país como representación cinematográfica, falsa, ficticia, sin importar representar distintos papeles para consecución de un fin.

Con el Rey Felipe vi no estaba cómodo, no cree en la Monarquía y sus ropajes o vestimenta describen una falta de respeto en grado sumo a una institución. En los Goya estaba en su lugar, ya que el papel de actor es la horma de su zapato, y como en una especie de alucinación creyó ser el ganador de un Oscar por su película, “La mentira más grande jamás contada”. Ése es su proyecto.