Opinión

Dime con quién te juntas y veré cómo destrozarte

Imperios, “Emporios”, Mafias… organizaciones con ánimo de lucro cuya constitución es pacífica jurídicamente hablando, pero cuyas acciones “extra legem” llevadas a cabo por la comandita de la cúpula delatan su verdadera naturaleza. La historia del cine nos lo ha sabido explicar de maravilla. Todo el mundo recuerda las secuencias de El Padrino Parte II en las que un joven Vito Corleone observaba cómo el mafioso del barrio italiano en el que vivía, daba palizas a los tenderos de la zona para obtener su correspondiente “impuesto”. Lo mismo quedó perfectamente ilustrado cuando en la serie de culto Los Soprano, los “soldados” de Tony Soprano extorsionaban a locales de una misma zona para obtener un “pequeño porcentaje” de sus humildes ganancias. Porcentaje que, por supuesto, iba a engrosar las arcas de una “Cosa Nostra” funcional a nivel empresarial, con un entramado de gestión de residuos perfectamente legal a efectos de forma.

Dudo que a estas alturas y con la que está cayendo no haya quedado claro que estamos refiriéndonos a la polític… no, perdón, ¡qué lapsus!, quería decir a Vitaldent y a la que podría haber sido (si se termina confirmando a efectos judiciales) su “modélica” gestión de los franquiciados al más puro estilo de las mejores organizaciones criminales de la historia. Iba a ponerme moralista con asuntos como la corrupción y el abuso de poder, pero sería quizá interesante centrar la atención en aspectos que a nadie parece importar. Y no me estoy refiriendo a los pobres franquiciados que, si no tenían suficiente con las cargas económicas de la controvertida gestión, ahora deben lidiar con la que se les viene encima por el daño que ha podido recibir la marca. Me refiero a cuestiones como el derecho al honor y a la propia imagen contemplados en el artículo 18.1 de la Constitución Española, que no parecen relevantes cuando la sed de morbo y amarillismo colman de ceros a unos y de cotilleos a otros. Ojo al siguiente titular de la supuesta prensa seria hallado al teclear “Vitaldent” en Google:

“Patricia Betancort, la presentadora casada con un ‘capo’ de Vitaldent.” Invito a hacer un pequeño ejercicio de empatía (ánimo, todo es ponerse) y tratar de sustituir el nombre de Patricia por el tuyo. Vale, cambia el sexo del presunto “capo” si eso te facilita más el hecho de ponerte en los zapatos de una persona que ha tenido la absoluta desdicha de ser asociada públicamente a un tipo que tiene visos de ser criminalmente responsable.

Estamos tan acostumbrados y son tantos años de prácticas de este calado por parte de la prensa que casi no nos escandalizamos, pero la situación que pueden vivir los afectados es muy seria. Hablamos en este caso de una mujer que se prestó a ser imagen de una marca con toda su buena fe (presunción de inocencia, no la olvidemos, que de lapsus andamos sobrados últimamente) y que, por la presunta corrupción de su ex pareja ha visto su imagen y honor brutalmente denostados. Y repito, que lo que aquí se propone es un mero ejercicio de empatía, de tratar de comprender de qué manera se nos pueden llevar por delante cuatro palabras puestas a disposición del público, estratégicamente, por un editor deseoso de llenar un cupo que va a dar un tráfico de visitas inmenso (con sus correspondientes beneficios, no lo olvidemos). Ella era la imagen de la marca, pero no era necesario dedicarle una noticia entera a su figura con un título y contenidos tan fuera de lugar.

¿A alguien le importa la protección del honor, la intimidad y la propia imagen? Probablemente, pero parece no importar a la gente que debería tener la responsabilidad (legal, moral y deontológica) de respetar dichos preceptos.

¿A alguien le importa quién es la mujer de un presunto criminal, cómo es, a qué se dedica, cuáles son sus planes de futuro, de qué color lleva la ropa interior o si le gustan las patatas bravas? Por supuesto, esto es España, ¡faltaría más!.

Pablo Antonio Siles Campo

Abogado

Suárez & Maraña

22 febrero, 2016

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