Cultura y Ocio, Madrid

Una boda feliz: talento, química, delirio… y carcajadas por doquier

La interpretación de Agustín Jiménez en el papel de Lolo cabalga entre lo desternillante, lo inenarrable y lo surrealista. Matrícula de honor. Es apenas el eje de un reparto que no puede estar mejor hecho. Actores que se mueven sobre el escenario generando una química que no produce en el espectador sino una carcajada tras otra.

Una boda feliz es una obra increíblemente fresca, extremadamente desenfadada, enteramente alocada. Con un guión sobresaliente, con un ritmo trepidante que lleva de susto en susto, de chascarrillo en chascarrillo, de situación delirante en situación delirante al público.

Estamos ante una trama en la que permanentemente se busca la complicidad del respetable. Con un Carlos Chamarro genial como Enrique; con un Santiago Urrialde felizmente excesivo como Edmundo; con un Manu Badenes abracadabrante como Roberto; y con una guinda al pastel que pone Celine Tyll como Elsa, justo en su sitio.

Con tan buen teatro, no sorprende que sesión tras sesión, esta comedia francesa sume una temporada, y otra, y otra en cartel. Enhorabuena a Gabriel Olivares, el director de la cosa. ¡Ánimo y adelante!

18 marzo, 2016

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