Madrid, Opinión

La telebasura somos nosotros

Atenas fue bujarra, Roma fue húmeda, la Edad Media fue pirómana y maniática, el Renacimiento fue venenoso, el Romanticismo fue cursi y necrófago, pero todas las eras, las épocas, las culturas, nos han dejado un poso de oro, un resto de literatura, un verso de plata o una catedral. Nosotros solo vamos a dejar la telebasura, ese espejo de la telemierda que es la vida real.

La televisión refleja lo que hay, sirve lo que pide el gentío y compra las películas que ofrece el mercado internacional. Pero resulta placentero y liberador hablar de la telebasura, como de una gran factoría de sexo y sangre, olvidando que la realidad de la vida es la teleporquería que producimos nosotros a diario con nuestros butrones, trinconeras y asuntillos de entrepierna. Somos así y ya no se puede hablar de falta de cultura o de libertad, que casi todo el mundo tiene su carrera universitaria y su voto. En España hemos experimentado votando por lo malo con coleta, lo vulgar, lo hortera, lo pasé, lo provinciano con borlas. Pero qué digo España. Todos esos programas que tanto se ven y tanto se critican antes han triunfado en países democráticos y avanzados. No hay más que haber viajado un poco para saber que la televisión, en el mundo, no es mala ni buena, sino que es así.

La telebasura, pues, somos nosotros, unos analfabetos tecnificados, unos ágrafos con iphone. De todo el pajerío internacional, donde ya todas han pasado por el tálamo de todos, siempre las mismas con los mismos, y ya todos le hemos puesto la mano en el culo de la cartera al socio, al cómplice, al asesor, al broker sentimental y al agiotista que celestinea dinero negro, de toda esta movida lóbrega, lo que más le asquea a una es la falta de estilo, de gusto, de eso que hace años llamábamos clase.

La tele, como toda creación, puede regenerarse, pero la vida, nuestra vida, ya no. Y además, en su propia vida, uno no puede cambiar de canal.

@marisaarcas

3 abril, 2016

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