Madrid, Opinión

Crisis de estética

Cuando oigo hablar de crisis se refieren sobre todo a lo económico, aunque existe deterioro o degradación en casi todos los órdenes de la vida española: en el religioso, en el militar, en el de la Monarquía, en el de la educación (en este principalmente ya qué esta en el origen de todo lo demás), en el de la juventud, tanto en el trabajo difícil como en la preparación deficiente y la vagancia de tantos, en el de la justicia, en el de la decencia y el decoro, en el de las formas y la urbanidad más elementales… en casi todos.

Y ¿por qué? Porque casi han desaparecido los usos, costumbres, respetos, emociones y tradiciones que constituyeron la esencia de la sociedad y la familia española durante siglos. Y todo ello con el agravante de la pasividad de quienes institucionalmente tienen la responsabilidad de defender los sectores que lideran frente a tanto ataque, burla, ofensa, injuria, destrucción o indiferencia.

Con todo quiero ponerles de manifiesto que, a la vista, es la profunda crisis de estética, ordinariez y zafiedad la que impregna todas las demás degradaciones. Para encontrar una mujer o un hombre bien arreglados hay que buscarlos entre los muy mayores o entre los que se ven obligados a arreglarse por exigencia del puesto de trabajo. Por lo demás, el atractivo generalizado en ellos se concentra en el rechazo al afeitado, la limpieza, el traje, la corbata y los zapatos, y en ellas el rechazo a los vestidos trajes y zapatos elegantes.

Todo ha cedido en beneficio de las barbas a medio salir modelo delincuente, las zapatillas para todo, los pantalones rotos, los cabellos sin arreglar, la suciedad astrosa evidente a la vista cuando no también al olor, las prendas barriobajeras de todo orden y esa tremenda masificación del tatuaje, otrora reservado a legionarios, presidiarios y desesperados ajenos a la convivencia social.

Crisis de estética que alcanza también al pobre y zarandeado esplendido idioma español, cada día peor utilizado en materia de sintaxis, ortografía y gramática elemental, hasta en muchas ocasiones de forma vergonzosa por profesionales de los medios de comunicación. Y ello, gracias a la maldita tecnología, junto a la perdida de la escritura a mano, la forma más educada y cortés de comunicación durante milenios y el ejercicio más fundamental de coordinación cerebral/manual. La pobre ha sido sustituida por la triste combinación del dedito y el ratón, así como en la generalización del desahogo tonto, grosero, pesado y reiterativo de las dichosas redes sociales y el whatsap.

Todo concretado en el repugnante tuteo, imposición igualitaria generalizada que a todos mide por el mismo rasero de interlocución, abismalmente lejos de respeto alguno a la edad, el señorío, el rango y la categoría. Todos iguales en la fealdad, la zafiedad y la ordinariez.

Mi felicitación al cambio idiota de los descamisados.

Manuel Monzón

10 abril, 2016

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