Madrid, Opinión

Dime a quién lees y te diré quién eres

A finales del siglo XIX, con una España rota tras las pérdidas de las últimas colonias y un futuro gris, nacieron muchos de los males que hoy vivimos. Pesimismo, populismo, comunismo, nacionalismo, división, corrupción, las primeras semillas de nuestra Guerra… conceptos que, usando el verbo poder sibilinamente, un joven profesor de la Complutense de cuyo nombre no quiero acordarme, transmite a nuestra juventud.

Por desgracia, no soy historiador para tratar este asunto con el criterio que me gustaría. Era mi vocación infantil pero en esos años de los noventa, en vez de seguir los sabios consejos de mi abuela socialista, me dejé embaucar por el concepto del tonto triunfador del cine americano o del héroe de esa generación, Mario Conde. Ahora sueño con ser literato, como otros lo hacen con una lotería. Las hadas y duendes de la inspiración descansaban el día de mi alumbramiento y me conformo con estas breves opiniones políticas escritas a vuela pluma, entre pleito y papeleo, que espero que al menos no os aburran demasiado.

Historia y literatura eran la base de los políticos de antaño. ¿Quién es hoy nuestro Benito Pérez Galdós?. Jueguen ustedes a ponerle un nombre a la X y obvien la de Felipe González, que bastante tiene estos días con aguantar a su actual mujer y a su ávida discípula Doña Susana Díaz. Alfonso Guerra sí puede presumir de lecturas y de ironía verbal aunque por escrito más bien poco. Y los de ahora mejor no los nombremos.

No hay políticos que destaquen por su sabiduría. Los pocos intelectuales que apoyaron a UPyD parece que han decidido rendirse al verse cómplices del apego al poder de Rosa Díez. Las herramientas del pueblo para formarse una opinión se alejan del papel y de la profundidad de la cultura, que tiene su propio ritmo y no es el de la inmediatez. El pueblo quiere voces y tomates, y para ello ya no necesita ir al teatro o a los corrales de comedias, le han creado una red de información que les permite vomitar la bilis de la incapacidad y del progreso. No hay tertulias, hay chats, redes y amigos o enemigos virtuales.

Falso progreso. Los clásicos sí fueron modernos, y supieron crear dos generaciones, la del 98 y la del 27, que inspiraron unas fuentes de sabiduría y expresión que es lo poco que nos queda en este país para salir adelante de este bache existencialista en el que muchos nos ahogamos.

“Sí se puede” ya hasta suena mal a mis oídos, pese a que estoy convencido de que es así. Podrán ser dueños del verbo, pero tenemos los adjetivos. Y como diría un gran escritor de Málaga, el día que se pronuncie el verso, este país que cada día se parece más a la Santa María de Onetti, puede que arda en llamas purificadoras. Dejemos hablar al viento. Tenemos dos meses por delante donde leer o incluso contar las olas en un atardecer, será algo mucho más digno que asentir o embestir con la cabeza. Ya lo dijo Machado, por cada cabeza que piensa, nueve embisten y no son toros señora Colau.

@jlmhens

22 abril, 2016

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *