Madrid, Opinión

Lo que los líderes políticos condenan y lo que callan

El nefasto Presidente de los EEUU, y más nefasto aún como líder del mundo libre, ha comenzado su larga despedida condenando dictaduras del pasado, al tiempo que sonríe empalagosamente a la dictadura castrista y calla vergonzosamente ante el horror idiota de su «prima hermana» la dictadura venezolana, que tanto y tan barato petróleo proporciona de siempre a su nación, para que estos conserven sus reservas intactas.

Esta moda de atacar y condenar dictaduras del pasado tiene siempre, sea quien sea el «atacante», el mismo denominador común: el silencio absoluto y el olvido sobre las situaciones y regímenes político-sociales que provocaron con sus inutilidades, crueldades, injusticias, corrupciones y demás, el advenimiento de las condenadas dictaduras, lo que no significa disculparlas, sino intentar explicar la historia.

Obama va a Argentina y condena la dictadura militar de 1976, olvidando canallescamente, en todo el cono sur, la barbarie terrorista de los «montoneros» en Argentina, que llegaron a hundir buques de guerra en el Río de la Plata, y los aún más feroces «tupamaros» en Uruguay. Se ha machacado durante 50 años el castrismo, silenciando la corrupción y crueldad siniestras del régimen anterior de Batista.

Es muy cómodo condenar la dictadura franquista, callando la saña revolucionaria rojo radical del Frente Popular de 1936 y la inmensamente mayor crueldad de los asesinatos de los rojos frente a la posterior y dudosa, si, justicia vengativa de los nacionales. Nadie quiere recordar la estúpida e inútil República alemana de Weymar, que entre 1918 y 1933 hundió al pueblo germano en la más profunda de las miserias, lo que facilitó el indeseable advenimiento, tan cruel como ordenado, del Nazismo hitleriano, como la Monarquía italiana derrotada en 1918 facilitó la llegada del socialista Mussolini.

Una estupidez demagógica que viene desde hace dos milenios, cuando el eficaz dictador Sila arrumbó al populista Mario y Cesar fue asesinado por los «mediocres demócrata-republicanos» a los que venía ancha la grandeza de Roma.

En su ligereza el tal Obama está llegando a la también demagógica decisión de visitar Hiroshima, dejando al Presidente Truman y al General Marshall como «casi dictadores asesinos», olvidando que las dos bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki acortaron la guerra en el Pacifico, ahorrando quizá el millón de muertos que hubiera costado la ocupación del valentisimo Japón.

Olvidar y callar. Olvidar y callar el Portugal miserable de los años 20 que dio paso a la magnífica dictadura del Dr. Oliveira Salazar; la inutilidad y la miseria en la que Salvador Allende había hundido a Chile en los 70; la barbarie, tan populacheramente celebrada de Pancho Villa, en los albores del siglo XX en México y las brutales desigualdades, e iniquidades y crueldades del Zarismo ruso que provocó la llegada de la dictadura comunista soviética. Y así, ejemplos sin cuento y sin contar, como el caos chino antes del superdictador del siglo XX Mao Tse Tung.

Hasta el demagogo Papa Francisco se ha sumado a esta moda, condenando a su paso por Iberoamérica la gesta de nuestra conquista y generosa colonización como si de un genocidio del que hubiéramos de pedir perdón se tratara.

24 abril, 2016

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