Es evidente el éxito de un formato televisivo como Gran Hermano, pero a costa de algo que no tiene precio y es sagrado, como es el concepto de intimidad. Se sueña un encierro en una casa en base a un móvil económico o a un posible e hipotético minuto de gloria aunque sea a través de la agresividad y de los instintos humanos más bajos.

La educación es sustituida por el insulto en una situación coyuntural donde es difícil el control mental como sucedería en la vida normal. En la realidad se huye del entorno que te daña, se sale del círculo que oprime, pero aquí es imposible, lo cual crea una inestabilidad psíquica importante y desesperación ante nimiedades así consideradas en otros espacios. Se magnifican los sentimientos paradójicos amor-odio.

Se enamoran de alguien de quien jamás lo harían en la calle porque necesitan como el comer ese apoyo y abrazo. Un regalo no valorado en la vida diaria alcanza el valor de sobrenatural provocando llanto y emoción en la cautividad. Sueños imposibles desde la adolescencia de ser modelo o actor ven un rayo de luz, una vía de salida aunque sea desequilibrando emocionalmente y a costa de la desnudez del alma como en una especie de terapia con el psicólogo.

Eso es el Súper que los escucha en un confesionario con sus alegrías, con sus penas, llorando, riendo, cantando o queriendo abandonar buscando una palabra de…

Hay algo innegable, y es poder observar y analizar la conducta humana y los cambios de actitudes conociendo porqués y motivos. A la salida, al observarse en una grabación positivamente verán comportamientos de los que como en una especie de ceguera no son conscientes en esos momentos y los modificarán.

Alguien afirmó a Mercedes Milá que Gran Hermano parecía una agencia matrimonial ya que se habían formado parejas dentro de la casa. Cierto, hay un motivo que hemos obviado pudiendo ser el origen y el más trascendente: el vacío existencial y la falta de amor. Buscar a través de una experiencia desconocida un nuevo rumbo vital.