Decía Aristóteles que el problema de la democracia era la demagogia. Y es que el filósofo griego defendía en su filosofía política que la virtud estaba en el equilibrio.

En la sociedad de la comunicación y de la muerte de las ideas hemos caído en el triunfo del marketing frente a las soluciones de fondo de los problemas de la gente y la política ha dejado de ser eso, política, para convertirse en el arte del poder. Da la impresión de que la política es hoy únicamente una profesión que se limita a administrar los impuestos, gestionar el déficit y el gasto público, controlar las subvenciones y adoptar políticas cargadas de titulares pero vacías de soluciones.

El cine no ha obviado esta realidad y no son pocas las series políticas, desde «House of cards” a “Borgen» y desde Estados Unidos a Europa, en las que los protagonistas reflejan al dedillo el guión ficticio de un papel real.

Los ciudadanos acudimos ingenuos a tertulias con los actuales líderes políticos y el eslogan dicotómico es siempre el mismo: «más impuestos o menos”, “más empresa pública o menos”, “más con la gente o más con el Ibex”, “mejorar la educación o la sanidad». Pero en esa amalgama de afirmaciones y promesas se nos olvida una pieza fundamental: el cómo crear empresa, cómo ayudar al emprendedor, cómo mejorar la educación, la justicia o la política.

Uno acaba por pensar que gran culpa reside en la ciudadanía por seguir votando movidos por la emoción y no por la razón de conocer; guiados por el qué y cómo van a mejorar nuestros dirigentes los problemas que día a día tenemos todos los españoles. Esperemos que en estas próximas elecciones vivamos la oportunidad de votar, censurar o, en su caso, exigir un guión más propio de una democracia seria que de otro capítulo de “House of Cards”.

“La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con la palabras mayores.” Abraham Lincoln

@OspinaOpinablog

Abogado – Politólogo

Presidente de la Agrupación de Jóvenes Abogados de Madrid.