Subversión es cualquier intento sistemático para socavar y debilitar una sociedad. Nada que ver con la discrepancia legítima. Uno de sus objetivos es producir un colapso de la ley y el orden. El caos surge cuando unos subvierten y los que deben mantener la ley y el orden lo consienten.
Por Barcelona no puedes pasar o pasear por ciertas zonas que ya se consideran subvertidas. ¿Activistas antisistema? No nos engañemos: subversión pura y dura. Lo grave es que ha desaparecido la autoridad. ¿Qué queda? La solución de la administradora municipal es comprarles piso, amueblarlo y darles sitio en las instituciones. No es lo que quieren. Extender la revuelta es su meta.
Tienen un órgano de mando, una organización político-administrativa, una organización armada, por ahora con sus peculiares armas de ataque, y una organización de información, redes y apoyo.
A su cabeza quiere ponerse la CUP, partido simpatizante de Bildu y que ha demostrado quiénes son y lo que pretenden, llevando a Otegui a las instituciones. Hay evidencias que no necesitan palabras sino justicia.
Les llaman antisistema, definición abstracta o surrealista del delincuente. También del tonto útil. Son enormemente peligrosos. Lo pregona la sabiduría popular: Dios me libre de los tontos que de los listos ya me libro yo.
‹‹No visite usted Barcelona y menos el barrio de Gracia››. Empieza a ser un aviso.
La situación es peligrosa y perjudicial para los intereses de todos. Barcelona no se merece esto, ni por acción ni por omisión. Es indudable que entre la subversión y el terrorismo hay una cierta superposición. Es de manual.
Como de manual es que tan delincuente es quien no cumple la ley como el que tiene el deber de hacerla cumplir y no lo hace. Por eso cada vez nos encontramos con más delincuentes. Por acción y omisión.
Es inadmisible que Barcelona, una de las ciudades más bellas y adelantadas de España, y por tanto de Europa, sea una ciudad sin ley.
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