“Llegar a ser figura en el toreo es casi un milagro”. Esta frase adorna una de las salas de la Escuela taurina de Madrid y era el sueño del joven torero Víctor Barrios hasta que el pasado sábado el astado de nombre Lorenzo corneaba su pecho dejándolo sin vida en el albero de la plaza de toros de Teruel. El toreo es un arte que juega con la muerte, arte sí, y valentía también, algo que no han demostrado los mal llamados animalistas -cualquier animal mostraría más nobleza que ellos- por los mensajes vergonzosos y miserables que inundaron las redes sociales poco después de conocer el fallecimiento del torero.
Resulta incomprensible, incluso para aquellos que no son seguidores de la Fiesta Nacional, que la muerte de un torero pueda ser motivo de insulto y celebración. Muestra de que existe una parte de la sociedad que está enferma y que además es peligrosa por el odio que manifiesta ante aquellos que no actúan, sienten o piensan como ellos; y es que en el fondo y en la superficie se trata sólo de eso, de ejercitarse en el odio.
Afortunadamente existe una corriente antitaurina que ha condenado este comportamiento tan deleznable como es el caso del famoso presentador Frank Cuesta, conocido por su defensa de los animales.
Ahora le toca actuar a la justicia para impedir la propagación de mensajes y consignas tan aberrantes que por canallas y criminales no pueden ni deben quedar sin castigo; somos una mayoría los que reprobamos este tipo de comportamiento de esa minoría sectaria.
Mis condolencias y cariño a su mujer Raquel y familia.
¡Va por ti, maestro!
Romance del chavalillo torero del poeta sevillano Santiago Guerrero Reyes: “La luna del tentadero / vio derrochar valentía / al chavalillo torero / que se jugaba la vida / sobre las tierras morenas / sus manos bordaban citando a la fiera / pase de gloria y de muerte / loco llamando a la suerte para que viniera”.
Analista política y escritora
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