Madrid, Opinión

«Je suis» la nada

El verano no da tregua y las agendas apocalípticas van acelerando su destino. Ayer noche, entre el desvelo del calorazo y el primer sueño, un camión suicida nos despertó del sopor de julio mientras nuestros vecinos celebraban la liberté, fraternité e igualité. Palabras éstas ya muy grandes para poder sostenerlas más allá del mito que siempre fueron. En el clímax de fuegos de artificio llegó un tanque de fuego, éste real, para iluminar del todo la evasión de unas luces de juguete que no quieren ver la llama real que cuece Europa hasta quemarse.
 
Y es que el punto de ebullición está ya muy alto y dos fuegos feroces lo alimentan: uno exterior, que clama el derecho de invasión forzada de una religión que se vende de paz, y otro interior que asiente infiltrado entre el silencio y la blasfemia, gestionando el no quemarse mientras agita ascuas, malabaristas del horror, en su provecho.
 
En el medio de la farsa, entre camiones y asesinos, está la Europa depresiva y moribunda adornando impotente su suicidio. Alumbrando su vacío, entre risas flojas con fuegos de artificio, obviando su destino, similar a una «grande bluff » atrapada en su universo autista de auto-odio. Las salidas se van cerrando, vendrán más camiones a cerrar el “cul de sac” y los veranos cada vez son más calientes. Pero no importa, el drama se maquillará con la sabida coreografía “Je suis” ocultando, sin saberlo, que ya no somos nada. 
Escritor y economista
16 julio, 2016

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