Madrid, Opinión

Golpazos, golpecitos y golpes

Mucho hablar de guerra contra el terrorismo y nada de afrontarlo. Lo que está practicando este Occidente cada vez menos fuerte e inerme no es una guerra sino una gigantesca y global resignación ante el brutal horror yihadista. Horror que está batiendo continuamente récords  de bestialidad, sorpresa e impunidad, que no se compensa con la muerte de los autores, desde el 11S en  New York hasta el zarpazo del 14J en Niza, utilizando en muchos de ellos sorpresivamente  medios de transporte.

Ante esta barbarie cada día más generalizada y difícil de prever y evitar, los Estados democráticos agredidos y las grandes instituciones internacionales que los agrupan (ONU, UE, OTAN, etc) no nos «obsequian» más que con «estado de excepción y alarma», que de bien poco sirven, o represalias idiotas como las que siempre ordena el inútil y justamente abucheado Presidente francés Holland: intensificar unos días los también inútiles bombardeos aéreos sobre las zonas de Siria e Irak que controla el Estado islámico. Todo menos ordenar el envío a esa zona de tropas terrestres poderosas para acabar con el origen, apoyo e instigación del terrorismo. Solo si el mundo y cuantos seguidores individualizados tiene esta barbarie ven que se les machaca en origen, dejarían, el primero, de naufragar en el escepticismo y los segundos de matar a placer.

Sí, porque la práctica de este terrorismo novedoso no necesita órdenes ni preparaciones complejas. Basta con que en cualquier sitio haya un bestia islamista, solo o con algunos amiguetes, enloquecido por el lenguaje Yihadista, para que se perpetren atentados tan crueles y bárbaros como el de Niza. No hay Estado ni aparatos de inteligencia y seguridad capaces de prever una cosa así, por más que se alardee de tener controlado el fenómeno terrorista. No hay complejas infractucturas que desmontar, solo infraestructuras mentales extendidas por todo el mundo de ciudadanos de origen islámico pero ya nacionales del lugar donde actúan.

Ya es demasiado tarde para controlar y no digamos expulsar a los muchos millones de islámicos residentes o nacionalizados por todo el resto del mundo, sin que pagasen millones de inocentes por algunos centenares de fanáticos. De poco sirve tener fichados o localizados a unos cuantos de éstos, que deberían de estar muertos antes y no después de atentar. Frente a la debilidad de los «golpecitos» modelo Hollande y el horror de los «golpazos» tipo Niza es natural que se haya producido el fracasado golpe militar turco contra el Presidente Erdogan, consentidor y confuso islamista, que no se sabe si participa en la lucha antiyihaddista, la apoya o las dos cosas al mismo tiempo. Ha sofocado el golpe sacando a la calle a sus masas islamistas contra las que los militares sublevados no podían disparar a pesar de tener probablemente razón ante las inútiles respuestas de Erdogan. Complicado escenario este de «golpazos», «golpes» y «golpecitos».

19 julio, 2016

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