Madrid, Opinión

Carmen Sevilla, folclórica olvidada de sí misma

La vida es así de extravagante. Carmen Sevilla viaja hacia el olvido de la memoria, vagabunda de sí misma, de la mano del mal de Alzheimer, quizá peor para los demás que para el propio paciente camino de vuelta del útero materno. Un difícil trecho que ya recorrieron, entre otros, Rita Hayworth, Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Adolfo Suárez, Puskas, Kubala, o García Márquez.

Carmen Sevilla, folclórica de postín, siempre será recordada por eso que Antonio Burgos llama “la cultura de la errata”. Carmen salía por la tele a confundirse, a hacerlo mal, a meter un pie, y así se convirtió en supermaruja, en la vecina ágrafa y buena de todos los españoles y en la embajadora del roneo hortera. Pero Carmen Sevilla, la ex del compositor Augusto Algueró, es mucho más, fue una piedra sillar sobre la que se asienta la copla, nuestras raíces y nuestra esencia.

carmen-sevilla-4De la precariedad de las pensiones hoy nos preocupamos todos en España, pero nuestros artistas son viejos pioneros de este albur, expertos en lo que supone vivir al día, sin saber si la mañana traerá alguna manduca, sin sindicatos, ni aportes empresariales, ni jubilación, ni perrito que les ladre. De entre sus variadas manías tienen fama nuestros artistas de portar un cocodrilo en el bolsillo por lo poco que en él meten la mano. No me extraña tal conducta porque nadie les ha regalado nada y al final de su camino sólo encontraran aquello que hayan guardado como hormigas. No creo que hoy Carmen Sevilla tenga problemas económicos, ni podría ya importarle si los tuviera. En su alzheimer me limito a simbolizar desatenciones de antaño y olvidos de hogaño. El metacrilato del marketing suple y puede a la vieja madera en la que así mismos se tallan los artistas. En estos tiempos de confusión, el talento y el esfuerzo valen menos que una buena campaña publicitaria.

No pertenezco a esta época. No me gustan las llamadas “residencias para la tercera edad”. Los ancianos, lúcidos o ensimismados, han de ser reverenciados y han de perderse en sus últimos senderos en sus hogares al amor de los suyos, al calor y al olor de las personas y los objetos que acompañaron sus vidas, en sus camas donde engendraron a sus hijos, y no como huéspedes de esa hostelería de la muerte que estamos desarrollando, donde entre extraños, y hasta no hace mucho, Carmen Sevilla, Carmen de España, se afanaba todas las tardes con el miedo de llegar tarde a la función.

@marisaarcas

13 agosto, 2016

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