No corren buenos tiempos para el taxi en Madrid. La creciente competencia de plataformas como Cabify, unido a la ineficacia en las acciones sindicales de la Gremial Auto-Taxi, está sumiendo de forma casi irreversible en la capital a los taxistas en un proceso de decadencia, de pura supervivencia, con el reloj en marcha para que el servicio se preste de forma muy secundaria y casi marginal.

El modelo de Cabify y la propia empresa se están haciendo mayores. Así, la compañía dedicada al transporte privado a través de licencias con conductor, ha aprobado recientemente la fusión de las dos sociedades con las que opera en España. Eso significa que Maxi Mobility Spain, la principal, absorbe a Maxi Mobility Transporte de Viajeros, con la que ha llegado a crear hasta una treintena de sociedades para la compraventa de licencias VTC.

El éxito de Cabify ha llevado el nerviosismo y las malas formas a los sindicatos del taxi, poco entrenados en el juego de la competencia. Y es que la start-up española aumentó su músculo antes del verano con una inyección de 105 millones de euros, en una muy fructífera ronda de financiación que no ha hecho sino consolidarla y ayudarla cada día a ofrecer un servicio más aplaudido, especialmente por el cliente descontento y hastiado de la baja calidad de la prestación que históricamente ha venido desarrollando el taxi.