No son precisamente especialistas los taxistas en competir en un marco, valga la redundancia, de competencia real. Ni siquiera reteniendo aún una posición dominante o de ciertos privilegios en el sector del transporte de pasajeros. Así, no sorprende que el sector del taxi, malamente defendido desde plataformas como Fedetaxi, vea ahora un nuevo fantasma: en su momento fue Cabify, de forma recurrente Uber, naturalmente BlaBlaCar, o aplicaciones como Car2Go… hasta llegar al ministro Íñigo de la Serna.

Desde el sector se recuerda que fue el alcalde de Santander que apoyó una aplicación para compartir el coche particular a buen precio. Ya en su momento, los taxistas pusieron el grito en el cielo criticando al alcalde porque promovía una modernidad “para quitar el trabajo a los taxistas” y llegaron a romper relaciones porque decían que pasaba del taxi (sic).

Para los taxistas, el apoyo municipal al desarrollo del proyecto Commuting Manager del ahora ministro (subvencionado con 60.000 euros de la Unión Europea) sólo buscaba “facilitar la vida a los usuarios pero sin pensar en los taxistas y en su forma de vida”.

Reacciones de esta índole prueban las enormes dificultades de estos profesionales para entender que la comodidad y la facilidad y la economía de desplazamientos por las ciudades (especialmente en Madrid) son los factores por los que están apostando libremente los viajeros para orillar las prestaciones (manifiestamente mejorables) del taxi.