Madrid, Opinión

El Congreso de la mamandurria

Los de Podemos se van de Congreso con botijo de anís como a los toros, para hacer palmas y pitos, caras y caretas. Antes de sonar el clarín ya se habían posicionado en el tendido de sol, con bronca en los callejones, colchones para la siesta, mientras hablaba el enemigo y abanico de paisaje goyesco para las titis.

Qué pollo, qué algarada, qué manera de no escuchar, anteponiendo el ruido a la palabra, el follón a la razón. Algunos podían tener cierto fundamento, lo que pasa es que no creen en la democracia ni le importa, confunden la política con los sanisidros y creen más en el barullo que en la dialéctica, o en la dialéctica del barullo. Se ve que no están acostumbrados y que todo esto de votar y razonar les parece poco serio, una astucia judía de la izquierda masónica para robarle la virtud a sus dos gallos de pelea, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. ¡Madre mía! El segundón les salió rana, pese a tener todo el encanto de los niños de las monjas, y una falsa dulzura eucarística que se transmuta en queo gamberro, risa insolente y corte de mangas a su jefe de filas.

Iglesias y Errejón llevan tiempo cargados de razones y ambos se quieren asegurar lo fundamental, la mamandurria, pero en esta guerra intestina, los dos reciben a los cinqueños con tragos de limonada, toses de sangre, costaleo de procesión, pateo narcisista y rumor de ignorancia, victoria prematura y tam-tam de los tristes trópicos de la vieja España colonialista. Cualquier vocero afín a su causa diría que tenían toda la razón, pero la perdieron a gritos, muecas y zancadillas antes de irse de Congreso. Se veían dueños de España y montaron una ordalía sobre las alfombras isabelonas del hemiciclo, una juerga de ilustres fregonas, una tropa que despuntaba en los barandales como la horda goyesca de San Antonio de la Florida, un fresco de ordinariez y milagro asomado a los balcones de la democracia.

Ya les dijo uno de sus grandes patrones latinoamericanos que el destino de las urnas es romperlas. Pero es que ahora tienen las urnas y es posible que las pierdan por el desplante chuleta de hablarles los ciudadanos con las manos en los bolsillos, una cosa impropia de quienes alardean de leer a ensayistas muy finos.

Pablo Iglesias, un hombre socarrado por sus amigos y enemigos, por sus traidores y sus fieles, queda como ejemplo del dandismo con coleta frente a la basca bienoliente de sus rivales. Pero ninguno de los dos entiende la democracia y la desprecian. Se sienten dueños y señores y sí en algo están de acuerdo es en querer asegurarse la mamandurria.

@marisaarcas

 

12 febrero, 2017

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