Opinión

Los mensajes subliminales del Papa Francisco

Creo, como cristiano y católico, que tengo derecho a opinar en libertad sobre la gestión y actitudes de S.S. el Papa Francisco. No me gusta como máximo líder del Catolicismo y la Cristiandad, ni menos como líder de todas las religiones, que reciben de su verbo el mismo igualitario y eso si, respetuoso trato. Parece como si eso de Cristo y el Cristianismo como única Religión verdadera hubiera pasado a la historia y queda lo mismo practicar una u otra, con tal de que sea alguna. Insiste en su mensaje en que la violencia es contraria a la religión. ¿A cuáles? ¿a todas? No, no me gusta este Pontífice equívoco, como corresponde a sus orígenes simpatizantes con la teología de la liberación cuasi – comunista.

Dicen de él los progresistas de toda laya, que sí están encantados con él, que se pronuncia con total espontaneidad, cuando más bien, en mi modesto juicio, lo que hace es lanzar equívocos mensajes subliminales, eso si, claramente interpretables. Analicemos, por ejemplo, lo dicho tras su ultimo viaje a Egipto y  su ultima comparecencia dominical en El Vaticano, en la rueda de prensa que siempre «improvisa» en el avión que le condujo.

Preguntado sobre si, en su encuentro con el Presidente egipcio, General Sissi, había hecho algo para saber de la suerte trágica del estudiante italiano Regini, no contestó, pero sí dijo que la Santa Sede había hecho gestiones que «no iba a decir». Respuesta subliminal: «si, ha habido tortura y asesinato al principio de 2016, y así lo he hecho constar», pero sin decirlo.

Acerca de la crisis de Corea del Norte el Pontífice ha pedido al Presidente Trump una solución diplomática al enfrentamiento con Pyongyang. Respuesta subliminal: «al que me dirijo es al bruto de Trump que nos puede llevar a un conflicto mundial; el coreano me parece un pobre desgraciado». Está claro que el Presidente norteamericano no le gusta un pelo.

Más aparentemente confuso estuvo al contestar preguntas sobre las elecciones francesas, habidas y por haber en segunda vuelta. Dijo: «no debo entrar en juicios partidistas y electorales» y a continuación añadió :»desconozco al candidato Macron y de Le Pen sólo sé que está en la derecha». Eso, unido a como de duramente se había mostrado en El Cairo sobre los populismos demagógicos, los de derechas claro, significa subliminalmente que «todos con el desconocido Macron y todos contra Le Pen». Por si faltaba algo añadió que «Europa esta en riesgo de disgregación», a cuya supervivencia se opone Marie Le Pen,como todos sabemos.

Con respecto a Venezuela respondió que seguiría mediando entre las partes si era requerido para ello, para añadir enseguida que la mitad de la oposición no desea su mediación. Mensaje subliminal: «Maduro no me gusta, pero como buen izquierdista que soy y me siento, instalado en mi teología de la liberación, la oposición todavía me gusta menos». Y es que esa teología de la liberación, jesuita/rebelde a Roma, nunca fue democrática, sino mas bien cercana a «lo rojo»

Y, por ultimo, sigue S.S. empeñada en su demagógica actitud frente al tema de los refugiados, a los que, según él, no solo hay que admitirles su libre circulación por el mundo entero sino con un trato igual al de los ciudadanos allí donde caigan, sin que deban «ser encerrados en campos de concentración (alusión que naturalmente no ha gustado nada a los alemanes) o centros de internamiento, como los españoles, y que no se les impida moverse libremente desde el primer momento». Lo que no dice, claro, es con qué y cómo se paga esa demagogia planetaria ni como se controla el actual desmadre  de refugiados, que nos está llenando de terroristas. Hasta sus conventos le están preguntando: «acoger refugiados, de acuerdo, pero….¿con qué?…

No, no me gusta este jesuita argentino que, además, de venir a la católica España nada, porque no le gusta ni el Presidente, ni nuestro sistema.

           Manuel Monzon

4 mayo, 2017

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