Opinión

Nos estamos cargando la mejor industria nacional: el turismo

En todas las direcciones. Desde hace unas semanas estamos teniendo noticia del increíble programa de agresión y rechazo al turismo y turistas, extranjeros y nacionales, la primera industria productiva del país desde hace décadas, puesto en marcha por los antisistema, que mejor debieran autodenominarse anti-todo y sin ofertas alternativas realistas, realizables y creíbles; solo el anarco-movimiento infantil de acabar con todo, sin saber ni proponer qué harán,o qué harían, con las ruinas del sistema que odian y quieren destruir.

No es, sin embargo, ésta la única agresión que sufre el turismo exterior/extranjero y el interior nacional. Ambos están siendo víctimas del abuso empresarial, puesto de manifiesto no solo por la elevación injustificada de precios sino, sobre todo, por la deficiencia cada vez mayor de los servicios que se ofrecen. Entre tales deficiencias quizá la más espectacular  en los duros veranos que padecemos en cuanto a temperaturas se refiere a las populares y necesarias terrazas de bares y restaurantes.

Prácticamente todas adolecen de tres defectos que hacen la permanencia en ellas insoportable e indeseable. La primera determinada por la escasez de personal de servicio en proporción al número de mesas y clientes que cada uno ha de atender. Y ese defecto de número se ve agravado por la escasa, por no decir nula, profesionalidad del personal extranjero, mayoritariamente latinoamericano, contratado en condiciones abusivas y sin cualificación ni idea del trato con la clientela, cuya característica negativa más extendida es el indeseable tuteo, símbolo de precariedad educativa. Ambos aspectos, escasez de número y falta de profesionalidad y cualificación, se traducen en el peor servicio y las mayores esperas.

Para colmo de esas dos deficiencias, digamos de corte empresarial, se ven aumentadas en estas largas noches veraniegas por la molestia que supone la imposición municipal de retirar cada noche todo el material de las terrazas y a hora temprana, entre 23 y 24 horas como mucho. Esto supone para el cliente, aparte de la contrariedad de tener que abandonar las terrazas cuando mas apetecen, tener que soportar el ruido y molestias de la recogida y arrastre de material.

¡Qué nostalgia de las terrazas veraniegas y la seguridad nocturna de años atrás! Entonces esa seguridad nocturna, con protagonismo excepcional de serenos y «grises», los policías nacionales de aquel tiempo, era absoluta y, consecuentemente, no existía imposición municipal alguna en cuanto a recogida y menos retirada del material, pudiendo permanecer en ellas, si se deseaba, hasta el amanecer, disfrutando sin limite de horario del refresco de las noches.

En fin, que entre antisistemas y empresarios mediocres nos estamos cargando la más importante y necesaria industria nacional. A lo que también están cooperando empresas y empleados de empresas portuarias y aeroportuarias, convirtiendo con huelgas y servicios deficientes en un infierno el uso del transporte aéreo y marítimo.

Manuel Monzon

17 agosto, 2017

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