Opinión

El terror de los imbéciles

Son sin duda los imbéciles, como esos memos que causaron el pánico al arrojar un líquido irritante -que luego resultó ser una botella de salfumán- en las cabinas de conducción de la linea 3 del metro barcelonés, causando el consiguiente trastorno que obligó al cierre de la estación hasta que los Tedax se cercioraron de que no se trataba de una sustancia tóxica ni explosiva. El profesor Aaron James, doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard, autor de varios tratados precisamente sobre la imbecilidad, que ha preocupado a los grandes pensadores de la humanidad, desde Platón hasta Nietzsche, nos advierte sobre la profusión de imbéciles y su peligrosidad puesto que han sido capaces de perpetrar los mayores disparates  de la historia.

¿Qué lleva a estos preterroristas o pseudoterroristas imbéciles a realizar actos de semejante naturaleza?. Pues sin ninguna duda, el afán de desestabilizar y reventar POR AFÁN DE NOTORIEDAD, que es la peor enfermedad de nuestro tiempo, enfermedad que en nuestro país pusieron en circulación dos personajes nefastos, llamados Pedro J.Ramirez, con su maniático periodismo de denuncia continua, y Baltasar Garzón, convirtiendo el ejercicio de la justicia en un enloquecido propósito de darse a conocer y obtener los beneficios que de ello se pudieran derivar. Afán de notoriedad que se alimenta del exceso mediático. Cuanto más se habla de determinado tipo de delitos, como, por ejemplo, el de violencia de género, más proliferan.

El imbécil actúa impulsado por la firme convicción de ser especial y no estar sujeto, no querer estarlo, a las normas de conducta comunes a todos los demás. Es inmune a cualquier opinión porque está convencido de no tener que responder a preguntas relativas a lo justo o aceptable de las ventajas que su comportamiento cretino le otorga a sí mismo. No es extraño que se muestre indignado cuando nadie se molesta en cuestionar su comportamiento, pues lo interpreta como que no se le está prestando la atención que su imbecilidad merece a su trastornado juicio. Somerset Maughan decía que debemos temer a los imbéciles porque desgraciadamente rinden siempre al máximo de sus estúpidas posibilidades.

Mucho cuidado, pues con el exceso de tratamiento en los medios de comunicación de fenómenos como el terrorista o cualquier clase de delito de repercusión social, aparte de la desgracia de las redes sociales, porque excita en los imbéciles  su propósito permanente  de conseguir notoriedad a costa de lo que sea.

Manuel Monzón

10 septiembre, 2017

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