Antes de tomar una decisión, lo más sabio es “consultarlo con la almohada”. Se tiene constancia histórica de esta costumbre desde tiempos del Antiguo Egipto. Ya entonces, se suponía que los sueños producirían alguna revelación sobre la decisión correcta a tomar. Incluso se inducía un estado de somnolencia, mediante psicotrópicos o sustancias alucinógenas, para “transporse” a un estado mental que les permitía “ver más allá” y tomar la elección acertada.
Mientras dormimos: archivamos y consolidamos la memoria y el aprendizaje. Dormir nos ayuda a organizar pensamientos, recuerdos y a procesar la información del día, pudiendo resolver problemas con mayor efectividad.
El ser humano pasa prácticamente un tercio de su vida durmiendo y gran parte de ese tiempo: soñando. Desde el punto de vista evolutivo, es muy poco probable que un mecanismo que no aportase ninguna ventaja competitiva se haya mantenido durante millones de años, y los sueños no son una excepción. “Aunque estemos soñando, seguimos trabajando para resolver los mismos problemas que nos preocupaban cuando estábamos despiertos”.
El sueño es simplemente, una forma distinta de pensamiento. Incluso podemos decir en voz alta alguna palabra, frase, o verbalizar una pequeña conversación. Son fenómenos que luego olvidamos y por más que intentemos recordarlo, somos casi incapaces de creerlo.
Realmente, para ciertos tipos de decisiones complejas, “consultarlo con la almohada” podría ser más útil que pasar horas reflexionando conscientemente al respecto. El cerebro toma decisiones inconscientes adecuadas cuando se lo permitimos y le dejamos trabajar solo. Mientras dormimos, el recuerdo puede cambiar, sin interferencias diurnas; con un papel importante en la restauración de emoción positiva.
Vete a la cama, coge tu almohada más mullida y simplemente espera la solución intuitiva del problema, que te proporcionará tu mente inconsciente.
Psicóloga, Formadora y Coach
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