Opinión

España, el país que no sabe honrar a sus reyes

Sí, que eso sobre todo fue don Fernando II de Aragón y V de Castilla, de cuya muerte se cumplen ahora 500 años. Fue el hombre que supo mandar en la España unida de los Reyes Católicos, y organizarla, hasta convertirla, junto a las tierras descubiertas ultramarinas, en el imperio donde no se pondría el sol y que disfrutarían y engrandecerían sus magníficos nieto y bisnieto Carlos I y Felipe II. Guerrero fantástico, derrotó en 1476 a los portugueses que pretendían el trono de Castilla de su esposa Isabel, reina desde 1474, intentando imponer como soberana a Juana la Beltraneja, hija bastarda de Juana de Valois, esposa adúltera de Enrique IV, habida con Beltrán de la Cueva.

Como dije antes, se acaban de cumplir el sábado 23 de enero 500 años de su muerte, y tan importantísimo centenario del artífice de la unidad de España y su imperio, amparando la Castilla de su esposa y su propio Aragón, ha pasado desapercibido para esta España enana e ignorante, dispuesta por un montón de estúpidos a borrar cuanto queda en nuestras alforjas de unidad y grandeza. A eso le llaman “cambio y progreso”. Si sabrá tanto memo como pulula por este desgraciado país que progreso solo es igual a saber y conocimiento, todo lo que ellos ignoran.

El gran Fernando “se las tuvo tiesas” a todos sus coetáneos, propios y enemigos, empezando por su esposa, la gran Isabel I, que hubo de inventar el lema pre-feminista “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando” para defenderse de la eficacia unitaria de su joven esposo desde 1469, un año más joven que ella. Tuvo Fernando que “cargar”, a la muerte de Isabel en 1504, con el imbécil de Felipe el Hermoso y su demente esposa, empeñados en reinar en Castilla frente a la decisión de Isabel de que Fernando fuera hasta su muerte el regente de Castilla. Afortunadamente tal situación solo duró dos años, hasta la muerte de Felipe y el encierro de doña Juana en Tordesillas. Y así, efectivamente, alternó la regencia de Castilla con el cardenal Cisneros hasta su muerte, sometiendo a la levantisca nobleza de entonces sin debilidad jamás ni demasiados escrúpulos, lo que llevó a Maquiavelo a hacerle el protagonista de su Príncipe.

Un gran estratega que incluso se dio cuenta de la importancia creciente de Inglaterra y casó sucesivamente a su hija Catalina con los dos príncipes de Gales, Eduardo, muerto rápidamente, y Enrique VIII, aunque saliera mal por el “pito loco” del monarca británico. En el plano de la anécdota, no dejemos de resaltar que fue amante frecuente al margen del matrimonio, sin dejar de ser un marido firme y seguro. Y cómo tuvo entre sus capitanes al mejor, Gonzalo de Córdoba, presunto enamorado platónico de su esposa y quién sabe si quizá correspondido.

General Monzón

9 febrero, 2016

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