Opinión

La España de la sátira, los titiriteros y la pandereta

En un Estado de Derecho no todo vale. La Constitución, y a su vez la ley, regulan el ordenamiento jurídico como los semáforos regulan la conducta de sus conductor. El grave problema del S.XX fue que los regímenes totalitarios iban imponiendo “sus derechos» sobre los derechos constitucionales, y el resultado ya lo vimos.

El macabro espectáculo vivido por unos «titiriteros» contratados por el Ayuntamiento de Madrid, en el que en una actuación para menores se violó a una monja, se ahorcó a un juez y se pegó a un policía nos hace preguntarnos ¿Alguien puede defender la apología a la violencia del terror con la falsa excusa de que es una sátira?

La Real Academia de la Lengua Española define la sátira como un “discurso o dicho agudo, picante y mordaz, dirigido a censurar o ridiculizar” pero no parece que matar, violar y ahorcar sea muy gracioso. Hay quien intenta defender la «libertad Ideológica» pero sin embargo este derecho fundamental, recogido en el artículo 20 de la Constitución Española, no es un derecho absoluto sino que encuentra su límite en el propio art. 20.4 que establece su límite en el respeto a los demás derechos, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.

2016020620213310827La Constitución, y nuestros tribunales han acotado el uso ilimitado al derecho a la «libertad de expresión», ya que en democracia no todo vale. La libertad de expresión no admite tampoco el empleo de términos injuriosos e innecesarios para el mensaje que se desea divulgar, ya que se estaría simplemente exteriorizando el menosprecio o animosidad respecto a lo ofendido, suponiendo esto una lesión a su derecho al honor. Como bien establece la STC 180/1999 de 11 de octubre “el artículo 20.1 de la Constitución Española no protege la divulgación de hechos que defraudando el derecho de todos a recibir información veraz no son sino simples rumores y expresiones formalmente injuriosas innecesarias para el mensaje que se desea divulgar en las que simplemente su emisor exterioza su personal menosprecio respecto al ofendido”.

Pero mientras se desee imponer la opinión desde el desprecio, enmascarándolo en una falsa sátira, buscando la confrontación y el debate entre los españoles, nada bueno se puede esperar.

Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla.” Demócrates.

@OspinaOpinablog

Abogado y Politólogo

9 febrero, 2016

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *