Muchas de ellas son españolas. Se desenvuelven en un marco de competencia muy alto. Y no sólo sobreviven sino que crecen y diversifican su oferta de productos. Un caso paradigmático es el del Grupo Prim.

Es el fabricante, distribuidor y líder de suministros hospitalarios y ortopédicos, ha cerrado 2015 con una facturación que ronda los 100 millones de euros, y ello en un entorno económico lastrado claramente por la reticencia bancaria a la financiación de las empresas, sean pequeñas, medianas o grandes.

¿En qué radica el éxito de una empresa familiar que hunde sus raíces nada menos que en el siglo XIX? Básicamente, en una línea firme de gestión con proveedores y clientes, que es la que le ha permitido no sólo mantener sino ampliar su plantilla en tiempos en los que se han sufrido medidas de contención del gasto público y privado.

El Grupo Prim, desde su posición de liderazgo, forma parte de esa segunda línea de grandes empresas españolas (tras las multinacionales de referencia) que ayudan a tirar del carro de nuestra economía, que hacen que tengamos un país mejor, que funcione… y que seguramente tiene unos cimientos estructurales más sólidos de los que en ocasiones deja ver la refriega política cotidiana.