Parece que la sombra de la corrupción y la mentira acecha a Podemos en general y a su cúpula en particular, ya que desde su fundación en el 2014 este partido de ultra izquierda y su líder el bolchevique Pablo Iglesias han estado cuestionados por sus vinculaciones con gobiernos de corte totalitario, como Irán y Venezuela, que han pagado por dudosas asesorías, y otros menesteres, posibilitando varias carreras políticas y una organización aglutinadora con micrófonos y cámaras.
Las diferentes denuncias por financiación ilegal del entramado Podemos impelieron a la UDEF a investigarlas, remitiendo sus conclusiones al Tribunal de Cuentas por considerar que hay indicios suficientes para proceder. Lo sorprendente —o no— es que la Fiscalía anticorrupción no considere sospechosas las cuentas de Podemos recogidas en el informe con el sugerente título de PISA —Pablo Iglesias Sociedad Anónima—, casualmente acrónimo de otro informe que evalúa a los estudiantes españoles del que tampoco salimos bien parados; y es que ambos son negativos para España.
La realidad es que Pablo Iglesias no debería sentirse encantado con esta investigación sobre sus posibles ilícitos, como cínicamente manifestó enseguida. Quizá por eso aspiraba a controlar el Ministerio del Interior a cambio de apoyar la investidura de Pedro Sánchez; o lo que es lo mismo, se le ha visto el plumero.
Pero no sólo la justicia española lo tiene en el punto de mira: la nueva Asamblea Nacional Venezolana, a través de la Comisión de Política Exterior presidida por Luis Florido, miembro del partido que lidera el injustamente encarcelado Leopoldo López, investigará toda la cooperación internacional entre el gobierno chavista y Podemos.
En la obra Los Endemoniados, de Dostoievski, uno de sus personajes señaló la verdadera cara del marxismo: “No son la verdad”, dijo al retratarlos.
Tic, tac, Pablo.
Analista política y escritora
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