Madrid, Opinión

Alfonso Merlos, periodismo como arte mayor

Con la democracia, el periodismo, que había vivido entontecido y castrado por la censura durante el régimen franquista, despertó de la insulsa retórica bombástica en que languidecía y volvió a ser en España un arte mayor. Esos géneros efímeros y transitivos por antonomasia que son el artículo editorial, la columna de opinión, el comentario de actualidad, el gran reportaje y hasta la viñeta se cargaron de ideas y de inventiva, de suculencia y de gracejo hasta convertirse, acaso, en lo más representativo del cambio político experimentado por el país, símbolo mismo de lo que significa la transición de una sociedad cerrada a otra libre.

Que ese talento para volcar en unas pocas cuartillas, y a veces cada mañana, ideas y sugestiones, formular críticas, rebatir argumentos y manejar las palabras del castellano con la elegancia y la destreza con que manipulan los palitroques los más avezados ilusionistas, vaya a veces acompañada de la alegría de la huerta murciana, lo demuestra mejor que nadie, Alfonso Merlos, autor, entre otros, de “Cristina Cifuentes. Sin ataduras”, publicado por La Esfera de los libros, y cuya lectura acabo de finalizar.

Alfonso Merlos es uno de los más brillantes, agudos y lapidarios periodistas surgidos en España con la libertad de palabra que tenemos gracias a la democracia. Mezclando la ironía con el análisis, apoyándose en una información copiosa y en su intuición y convicciones profundamente democráticas, abriendo a veces las puerta de par en par a la fantasía y a la emoción, los artículos de Alfonso Merlos son una curiosa mezcla de ensayo político, cuadro de costumbres, pieza literaria y exhibición psicoanalítica a la que a menudo vienen a aderezar chispazos de poesía y carcajadas que descargan la tensión y humanizan la artillería dialéctica. Más que de opinión, el periodismo que él hace es de permanente creación.

Aunque me ocurre a veces disentir con sus opiniones, nunca he leído una crónica suya que no me sorprenda por su riqueza expresiva y por la salvaje honestidad con que en cada una de ellas se entrega y desnuda ante el lector con sus amores y sus fobias, con todo lo que cree y lo que siente, aun cuando ello le granjee enemistades poderosas y ponga en peligro su puesto de trabajo.

Sólo soy una de sus tantas seguidoras. Disfruto de su prosa sabrosa, de sus espléndidas y, a veces, homicidas columnas, y de su verborrea cálida y fluida, porque escucharlo resulta por lo general tan irresistible como leerlo.
Por eso, hoy digo: Gracias, Alfonso Merlos. Gracias y sigue escribiendo con la misma independencia, soltura y desparpajo.

@marisaarcas

21 agosto, 2016

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