En el campamento de refugiados de Idomeni, en Grecia, a 2.200 kilómetros de Madrid, a cuatro horas en avión, hay una niña con un cinco por ciento de visión en cada ojo. Tiene cinco años. Según su informe médico, el tratamiento quirúrgico es imprescindible para que no se quede ciega.

Hay otro niño aún más pequeño, tiene un año y medio. El traumatismo craneoencefálico que le provoca crisis epilépticas se produjo por la explosión de un obús. También padece epilepsia otro menor de edad refugiado en Grecia, aunque en su caso fue provocada por las descargas de electrocución.

Estas son tres de las personas que el Ayuntamiento quiere traer a Madrid  para intentar reparar sus vidas abolladas por la guerra. El próximo martes, o el jueves a más tardar, presentará en el ministerio de Asuntos Exteriores sus peticiones de asilo por razones humanitarias.

La Comunidad de Madrid ha dispuesto seis hospitales para la atención médica. «Vamos a luchar por dar la mejor asistencia a estas personas», explica el consejero de Sanidad, Jesús Sánchez Martos. «La vida me ha enseñado que hay cosas importantes y urgentes, y por encima de todo está lo urgente, que son las personas, vengan de donde vengan. Por eso lo que quiero es tener ya aquí a estos refugiados», afirma.

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